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Abismo

Andrés García


“Heidegger considera fríamente la condición humana y anuncia que esta existencia está humillada. La única realidad es la “inquietud” en toda la escala de los seres. Para el hombre perdido en el mundo y en sus diversiones, esa inquietud es un temor breve y fugitivo. Pero si ese temor adquiere conciencia de sí mismo se convierte en la angustia, clima perpetuo del hombre lúcido “en el que vuelve a encontrarse la existencia” (Camus, 2012).


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Después de diecinueve años de huir comenzó a retumbar mi existencia con una serie de preguntas y con sus vertiginosas campanadas: ¿para qué? ¿por qué? ¿y luego, qué? ¿hacia dónde? ¿desde dónde? La familiaridad y significatividad que poseía el mundo, desde sus encantos y desencantos, cayó súbitamente en un profundo abismo. Lo que contenía anteriormente todo su sentido y claridad quedó derrumbado por un furioso oleaje. El interés que poseían las cosas y que era capaz de conquistarme se esfumó: la vela que lo iluminaba todo, se apagó. El futuro tan reconfortante que veía en mi infancia -puesto que lo tenía todo resuelto- de pronto se desplazó a una absoluta indeterminación. Ahora se apoderaba de mí una tremenda vacuidad. Sin preámbulos, el mundo quedó suspendido y lo único que sentía era una nada asfixiante. El mundo ya nada me podía ofrecer y las cosas dejaron de atraerme hasta el punto en que podía decir que «nada me llamaba la atención». 

¿Qué significa algo así como que nada me llame la atención? ¿A qué me refiero con eso? ¿Qué ocurre con esa nada? ¿De dónde surge esta nada? ¿No es la nada, más bien, lo absolutamente no cosa? Si es solo eso -la total negación de las cosas- ¿de qué manera podemos hablar de algo si no es? ¿Es una simple referencia superflua o tiene un significado ontológico? ¿De dónde surge una comprensión de la nada? Veámoslo a continuación. 

Cuando digo que «nada me llama la atención», estoy diciendo implícitamente que es la nada misma lo que está llamando mi atención; la nada es lo que me llama, así como si digo: «nada me interesa». En la comprensión común, vincularíamos el significado de esa expresión para pensar que si «nada me interesa», entonces las cosas no me interesan; sin embargo, que «nada me interese» también puede significar que es la nada misma lo que me está interesando.

Casi siempre nos encontramos volcados sobre lo que es, sobre las cosas que nos rodean. Cada vez que interactuamos, escribimos, hacemos deporte o comemos, nuestro enfoque, nuestro accionar y nuestra mirada están apuntando hacia algún objeto particular. Pero ¿qué ocurre cuando todo se hunde en una profunda indiferencia? ¿Qué ocurre cuando nada quiero hacer? ¿Qué significa cuando nada me interesa y cuando uno siente ese vacío existencial? Cuando nada llama la atención y ninguna cosa produce distracción o entretenimiento, las cosas de nuestro mundo nos producen rechazo y nuestra mirada se dirige hacia otra dirección. La mayoría de nosotros, en un momento como este, huye hacia algo o alguien para mantenernos distraídos de esa nada que se asoma. Pero para acceder a la nada no debemos ocultarla, sino enfrentarla.  

Ilustracion_realista_de_almohadas_apiladas

Es el sentimiento de angustia, en principio, lo que nos pone frente a la nada. Pues uno no se angustia por un determinado objeto del mundo, sino por el simple hecho de existir y tener que existir de una forma u otra, esto es, nos angustiamos por no poder serlo todo y por la forzosa necesidad de tener que elegir con nada dado de antemano. Usualmente pensamos que el suelo que pisamos es sólido y permanente, pero es la angustia lo que nos revela el hecho de que el fundamento de las cosas es impermanente. La nada no es simplemente la negación de la presencia, sino más bien un exceso de presencia que no puede ser determinada como absolutamente presente. 

Kanye West fue un sabio en su época: la icónica canción en su álbum Graduation «Everything I’m not made me everything I am» (West, K.O. (2007). Everything I Am [K.O, West]. Graduation) nos puede ayudar a comprender una de las acepciones que tiene la nada. «Todo lo que no soy me hizo ser todo lo que soy»… Si lo que nos determina son las posibilidades desde las cuales nos comprendemos y es a partir de ellas que nos elegimos, entonces existen posibilidades que hacemos reales y otras que no. El constante juego entre las posibilidades que se concretan y las posibilidades que se niegan, nos hacen lo que somos. Por lo tanto, aquellas posibilidades que no se concretan -las que negamos- posibilitan la manifestación de lo que sí se concreta de una determinada manera. Cuando nos percatamos de la nada que nos rodea y a la cual miramos una vez que comienza a llamarnos la atención, descubrimos dos cosas: que estamos volcados a una comprensión infinita de posibilidades que podemos tomar y, al mismo tiempo, la casi insoportable verdad de que esas infinitas posibilidades sólo pueden tomarse de manera finita, limitada.

Lo que nos permite elegir una posibilidad sobre otra es la negación y la negación se constituye en la nada. Si no existiera la nada no existiría la negación y si no existiera la nada entonces algo jamás podría manifestarse. Conocemos a las cosas por cómo son (ser) y por cómo no-son (nada). Por ello, podemos decir que las expresiones «las cosas no me llaman la atención» y «nada me llama la atención» son lo mismo. Por un lado, la primera expresión es una negación de las cosas, convirtiéndolas en nada, pues lo no cosa es nada. Por otro lado, la segunda expresión quiere decir justamente que es la nada misma lo que llama, o sea, de manera afirmativa. Asimismo, podemos negar las cosas justamente porque existe la nada, pero no como un objeto, sino como algo más: «En la angustia la nada aparece “a una” con el ente en su totalidad» (Heidegger, 2014). Para que haya nada, tenemos que estar ya en ella.

Para poder ejemplificar lo anterior, podemos decir que nuestro decidir es como una linterna: nos guía en la oscuridad conforme vamos alumbrando. ¿Qué es lo que alumbramos con la linterna? Tan solo una pequeña fracción del bosque en el que nos encontramos y, mientras alumbra una parte, oculta otra. Eso mismo ocurre con nuestras posibilidades de elección. Es imposible alumbrar todo el bosque y captarlo en su totalidad, como si pudiéramos ver una escultura desde todos sus ángulos al mismo tiempo. Si uno se mantiene estático en el estado de angustia, entonces puede aniquilar cualquier posibilidad de darle sentido al mundo y ello genera un constante desencantamiento de la existencia. Por esta razón, Camus sostiene lo siguiente: «El mundo no puede ofrecer ya nada al hombre angustiado» (Camus, 2012). 


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Bibliografía  

Camus, A., & Benítez Esther. (2012). El Mito de Sísifo. Alianza Editorial. 

Heidegger, M., Cortés Helena, & Leyte, A. (2014). ¿Qué es metafísica?: Seguido de "epílogo a "qué es metafísica?"” e “introducción a "qué es metafísica?"". Alianza Ed. 


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