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Comunismo chismoso

Cassandra Arellano



Un fantasma recorre el mundo: el fantasma del chisme. Todas las potencias de la nueva comunicación se han aliado en santa cacería contra este fantasma: Twitter –o más bien X–, Facebook, Instagram e incluso Whatsapp.

Vivimos en la era del clout, donde lo cotidiano son los screenshots de conversaciones digitales y las historias de influencers. Hoy las narrativas que se entretejen entre los círculos sociales son elaboradas con stories, lives y hashtags. Las historias que nos contamos, aunque sea en secreto, le sirven a un solo maestro: el algoritmo.

Seré clara y precisa: este no es un artículo en contra de las redes sociales y su uso, no busco una vida alejada del teléfono, y la conclusión de este artículo no será que debemos desconectarnos y regresar a chismorrear en las calles –aunque tampoco será lo opuesto–. La realidad es que las redes sociales se han posicionado como condición de posibilidad para el chisme contemporáneo –piensen en frases como «ya viste las fotos que publicó en el face» o «Wey, esta persona twitteo que…»–.

Lo que vengo a decir es que es importante darnos cuenta que el chisme ya no nos pertenece, que los medios de producción chismosos han sido usurpados y transformados. Lo que antes era creación de narrativas y comunidad, hoy se ha vuelto en la producción de espectáculo y violencia; hemos sido completamente alienados de las fuerzas chismosas.

¿Cómo sucedió esto? ¿Quién sería tan vil? ¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Cómo recuperamos el chisme? Paciencia, camaradas, paciencia. Preguntémonos antes: ¿qué es el chisme?

El chisme es una forma de relatar un suceso, una manera de crear una narrativa de un aspecto íntimo de la vida de alguien. Tradicionalmente, el chisme es una narrativa que va de boca en boca de manera presencial, pero como ya vimos, el chisme se ha transformado en algo digital, algo que se mueve por medio de mensajes y notas de voz. Además, el chisme no cuenta con un valor de verdad, el chisme siempre viene con un tinte de ficción –Siempre es «ella me dijo» o «escuche por ahí»–, esto lo vuelve flexible (Harari Cheja, 2022).

Llevamos milenios echando el chisme, pero con el auge de las redes sociales algo cambió: aquello que llamábamos vida íntima o vida privada se ha vuelto simultáneamente pública y aislada.

Las redes permiten que compartamos nuestra vida, pero la comparte en perfiles, pone una pantalla entre el que muestra y el que observa. Cuando el chisme surge a partir de una story o un tweet, las condiciones donde aparece el chisme ya están ligadas a las dinámicas de la red social, no podemos olvidar que lo que vemos y leemos en las redes sociales es siempre en función de un algoritmo.

Parafraseando a Marx y a Engels: el chisme es una producción de la comunidad y solo puede ponerse en movimiento gracias a una actividad conjunta de todxs los miembros de la comunidad. En otras palabras, no hay –y nunca habrá– chismesito si no es en comunidad. Dicho eso, cuando el chisme pasa a ser algo configurado por las redes, la comunidad es organizada por fuerzas mayores y cualquier flexibilidad que podía tener el chisme queda disipada, relegada a las fuerzas del algoritmo, y las leyes de las tendencias.

En su libro La comunidad desbordada, Jean-Luc Nancy propone una diferencia entre un grupo que está organizado y un grupo que está articulado. La totalidad organizada –o como Nancy la llama, la totalidad orgánica es «[...] la totalidad de la operación como medio y de la obra como fin», mientras que la totalidad articulada –o la totalidad de la comunidad– «[..] no tiene nada que ver con un sistema operativo de finalidades» (Nancy, 2011, p.140). Concretamente: la organización busca resultados, la articulación es un juego libre donde el proceso de creación es la prioridad, no el producto.



Si hablamos del chisme que no responde al algoritmo y las redes, hablamos de un chiste articulado: un chisme que es flexible y que obtiene más de la creación de narrativas, de las relaciones e interacciones que se dan cuando se echa el chisme. Cuando digo que hemos sido alienados de las fuerzas chismosas me refiero a que el chisme ha pasado por un proceso de organización y no de articulación. El chisme ha pasado de ser la creación de comunidad a la creación de tendencias, la creación de engagement.

Las redes sociales han usurpado el fruto de nuestro trabajo chismoso, lo han transformado en un monstruo hecho de datos y estadísticas. ¿Cómo podemos recuperar el chisme? ¿Cómo rompemos las cadenas que se nos han impuesto? Creando comunidad, chismeando entre amigxs.

El camino hacia la revolución chismosa es a través de las risas y las lágrimas. Si vamos a chismear será bajo nuestros propios términos, no aquellos del algoritmo. Para lograr esto lo primero que tenemos que hacer es dejar de pensar en el chismear como un medio para la producción de un capital chismoso, y empezar a pensar el chismear como un fin mismo. Dicho de otro modo, la importancia no reside en la narrativa en sí, sino en el acto de tejer narrativa.

El echar chisme es un acto de comunidad, solo se puede dar a través del diálogo. La verdadera plusvalía del chisme es como, al chismear, generamos nuevas relaciones y fortalecemos las ya existentes. Los procesos de producción chismosa vienen siempre acompañados por relaciones afectivas: a veces se llora, a veces se ríe, pero siempre se crean nuevos vínculos. Además, el chisme es, cuando se hace ante amigxs, una actividad íntima y que muestra confianza.

El chisme revolucionario habita en lo privado, se genera entre susurros, por lo tanto es completamente singular. Nunca pasa por un aparato de control, por un sistema organizador. El chismear es un juego de afectos donde distintas subjetividades se mueven en un baile que divierte e interesa.

Como dije anteriormente: no se trata de abandonar las redes sociales, sino que tenemos que enfocarnos en desorganizar su uso. El uso libre de las redes es uno que se disfruta y que se hace en comunidad: no pasa en los posts, pasa en los comentarios; no es la creación de stickers, es el diálogo con stickers; no es sobre la viralidad, es sobre la comunidad; no se trata sobre tus memes, se trata sobre nuestros memes.

Es hora de tomar las calles –y las redes– con el chisme, que nuestros susurros se escuchen como gritos. El chismosx libre es el que chismea en comunidad, el que aprovecha la plática y se deja sentir.

¡Chismosxs del mundo uníos!




Harari Cheja, S. (2022, junio 27). Reivindicar el chisme. El toro salvaje. Retrieved septiembre 14, 2023, from https://www.eltorosalvaje.com.mx/post/reivindicar-el-chisme

Marx, K., & Engels, F. (2019). Manifiesto Comunista. Alianza.

Nancy, J.-L. (2011). La comunidad desbordada. Arena Libros.



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