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Lo que la Luna me enseñó

Cecilia Mulás Rodríguez

Al ver a la Luna, la melancolía se instaló en mí de tal manera que era imposible ignorarla.

-¿Por qué estás triste?- Susurró el viento.

Sin saber qué contestar, contemplé el cielo esperando que la luna me entregara la respuesta de la misma manera que despertó este sentimiento. Y las estrellas, brillando y existiendo a años luz, lejos de nosotros, comprendieron lo que mi corazón sentía, pero no podía pronunciar, veían a un ser humano tratando de descifrar su futuro y sabiendo, al mismo tiempo, que este se iba a esfumar con el tiempo. Preguntándose cómo podía luchar con los prejuicios de este mundo y realizar al mismo tiempo su insignificante existencia. La Luna me contemplaba y se reía para sus adentros, consciente de que había provocado estos sentimientos desde el comienzo de nuestros tiempos.

¿A cuántos hombres, mujeres y personas había visto contemplando sus historias desde lo lejos? Sabía secretos, traiciones, amantes e historias que habían sido borradas para nunca más ser contadas. Y no pudo la Luna contener la misma aflicción que me había producido; se dio cuenta de que nos iríamos mucho antes de que ella se fuera y ya no tendría a nadie que la admirara y nos volveríamos parte de su memoria silenciosa.


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